Según nuestro entendimiento, la confrontación es el resultado de una doble actitud en el marco de la relación con el prójimo: por un lado, ser totalmente uno mismo en nuestra propia verdad y en nuestro compromiso vital y hacerlo evidente. Eso supone una interiorización. Por otro lado, acoger totalmente al prójimo, en su propia verdad.
La confrontación no busca la polémica ni la oposición sistemática ; consiste en reconocer al prójimo como diferente a uno mismo : exige de los interlocutores una constatación lúcida que conduce a cuestionarse y, si es posible, a avanzar juntos.